No hagas cosas buenas que parecen malas

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Las personas no tienen acceso a tus buenas intenciones. Por mas que digas que tu intención era buena y que alguien lo malinterpretó, es una realidad que algo hiciste, para que otros se sintieran agredidos, confundidos o malinterpreten tu mensaje. No hagas cosas buenas que parecen malas, porque eso puede debilitar no solo tu presencia ejecutiva sino la credibilidad de tu marca personal. He escuchado muchas veces que el principal problema en lo profesional y lo personal, es que hay un problema de comunicación delicado, cuando las personas asumen que se debe de entender lo que están haciendo tan solo porque su intención es buena. Recientemente, una persona nos vendió un servicio. Incluía todo lo que te puedes imaginar, y así costaba. Una vez que lo pagamos, después de recibir el dinero, nos avisó que había decidido romper con la alianza que tenía con la empresa que era el principal responsable de realizar el servicio. Cuando nos vendió el proyecto, su principal activo o protagonista fue resaltar que esta empresa era de alto prestigio y muy efectiva. Lo primero que empiezas a pensar es que te estafaron y caíste en la trampa. Es cómo si yo te vendiera un coche de lujo y, ya que lo pagaste, te aviso que le van a faltar accesorios pero que de todos modos te va a transportar. Esta persona no lograba entender por qué estábamos confundidos o dudando si seguir trabajando con él. Cuando le pedimos que nos regresara el dinero, estaba sumamente alterado y sentía que era una agresión contra su persona porque estaba seguro de que lo que nos estaba ofreciendo era una mejor opción. Quiero darle el beneficio de la duda que efectivamente su intención era buena, pero la falta de comunicación y el cambio de argumentos después de la transacción, parecía indicar una falta de ética y mal manejo del servicio. Nos preguntábamos si todo lo que nos había dicho al hacer la venta iba a ser realidad o iba a estar cambiando de opinión a lo largo del servicio que nos ofreció. Esta persona es muy joven y me hace pensar que se le hizo muy fácil, y cómo digo yo, sin consciencia del impacto que su comportamiento y comunicación tuvo en su cliente final. Además, cuando todo sucedió, se puso a la defensiva, como no comprendiendo por qué dudábamos de su capacidad. Empezó a pelear y a discutir con el poder de querer ganar su argumento. No fue un diálogo, fue una lucha por querer tener la razón. Jamás te pelees con tu cliente, sobre todo cuando claramente, hay un tema de mala comunicación. La negociación y el diálogo empático es lo más importante. La lucha de poderes no existe cuando por más que tu intención sea buena, claramente hay una responsabilidad de que entregues con claridad, transparencia y sin vicios ocultos. Un evento desafortunado que me hace reflexionar, la cantidad de veces que he visto situaciones como esta en donde la persona con buenas intenciones, se siente confundida porque no entiende qué pasó. Se pregunta porque se malinterpreta su comportamiento, y en muchas ocasiones, se siente víctima de la circunstancia. Si has pasado por algo así, primero recuerda que tu eres 100% responsable que las cosas sucedan. Si algo no está bien, antes de sentirte víctima o buscar culpables, primero haz consciencia del impacto que tiene tu comunicación, comportamiento o toma de decisiones, no solo en ti, sino en quien te rodea.

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