¿Qué hace que dejemos de creer en nosotros mismos?

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Cuando cumplí 50, bueno quizá un par de años antes, empecé a cuesitonarme lo que había hecho, el lugar al que había llegado y cómo quería aprender a vivir mi segunda vida adulta. En ese proceso, descubrí cuántas veces, malamente, había dejado de creer en mi y mis capacidades.

Esto no quiere decir que no seguía teniendo éxito, estoy hablando de lo que pasaba por mi mente y cómo en mi reflexión, observé que había situaciones específicas que no fluían como yo hubiera querido. Cuando logré desmenuzar la situación acompañada de un coach, me di cuenta de que olvidé o más bien guardé en un cajón hasta el fondo, estos logros, esos objetivos y metas que alcancé con mucho esfuerzo, y le di poder a dudar de lo que era capaz.

Al mismo tiempo, empecé a observar como muchos de mis clientes y personas cercanas a mi, que tenían también ya tiempo o experiencia les empezaba a pasar algo similar. Por ejemplo, me topé con el director que empezó a cuestionarse si sus presentaciones eran buenas o tan buenas como antes. Lo que yo lograba ver era alguien con un potencial enorme y mucho que compartir,

¿Qué es lo que les hace pensar que ya no son buenos en algo que antes dominaban a la perfección?

También me topé con la mujer joven que estaba buscando levantar la voz en juntas de trabajo, sin sentirse incómoda o juzgada por hablar. Ella sentía que si aportaba un comentario a la conversación no era escuchada, y si alguien mas, sobre todo un hombre hablaba, a el si le tomaban en cuenta sus observaciones.

Siempre he cuestionado si esto es la historia que queremos contar o si realmente sucede.

¿Qué provoca que cuestionemos lo que hacemos, que nos sintamos observados o juzgados y que dudemos de nuestro potencial?

No soy psicóloga ni hago investigación social, no tengo datos duros que me permitan confirmar lo que te cuento, pero si he visto que en la mayoría de los casos, es porque dejamos de observarnos, de estar en nuestro centro y porque le damos permiso a esas creencias delimitantes, a darle prioridad a lo que otros piensen o digan en lugar de creer en nosotros mismos primero. Como siempre digo…

¿Si yo no creo en mi porqué otros lo harán?

Cuando tu te das tu lugar primero, con la humildad de reconocer que no lo sabes todo, pero que valoras todo el empeño, esfuerzo y resultados de lo que has creado, te posicionas en una situación de apertura a seguir creciendo y aprendiendo.

Estos espacios de reflexión, desde mi punto de vista son los que dan las reinvenciones en las personas. Se vale decir no me gusta ya lo que aprendí, funcionó en su momento, pero siento que es momento de reinventarme y de estirarme, y tomo lo bueno, y escojo dónde quiero seguir aprendiendo y creciendo. Este pensamiento hace diferencia a radicalmente dejar de creer que soy capaz, y ponerme el ultimo peldaño castigándome o hablándome a mi mismo como si no fuera suficientemente bueno.

La semana pasada, hice una dinámica con un grupo de mujeres en mi foro de reinvención, donde compartieron sus experiencias, logros, sus valores que las hacen únicas y su talento que las han llevado a donde están. Cuando la mayoría se dio cuenta de que se llenaron de energía de ganas de salir adelante, de rescatarse por el valor que tienen y no por los retos que se topan, genera espacios de creatividad para reinventarnos.

La reinvención personal no funciona, sin antes reconocerme, observarme, abrazar mis logros y lo que soy, y saber que no somos ni dueños de la verdad ni sabemos todo lo que hay, y que si me enfoco en lo que si se que soy y que valgo puedo seguir buscando formas innovadoras de hacer las cosa.

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