El mito de la inteligencia emocional

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Seguramente has escuchado cuando dicen que para destacar en lo profesional tienes que tener cuidado con tus emociones. Reaccionar impulsivamente, sobre todo cuando tienes altos niveles de estrés o de enojo, no le ayuda en nada a tu presencia ejecutiva. Es normal que una persona que actúa desde sus emociones llegue a tomar decisiones equivocadas, pero también es cierto que tratar de suprimir estas emociones nos puede llevar a actuar fríamente y a no influir en los demás.

He notado cómo varios vamos por la vida en automático porque tenemos una meta que cumplir y debemos alcanzarla a como dé lugar. Algunas personas llegan a tener ataques de ansiedad, problemas de salud, conflictos con personas por malos entendidos, etcétera, todo porque no se detienen a entender cómo se sienten. 

Una cosa es ir por la vida explotando y actuando impulsivamente o con emociones encontradas, que afectan directamente la claridad o certeza de nuestras decisiones; y otra, completamente opuesta, es hacer a un lado lo que sentimos e intentar fingir que no pasa nada cuando sí pasa.   

Tengo un cliente que heredó a su equipo de trabajo cuando se cambió de área, entonces comenzó a trabajar con un grupo de personas que no conocía.  Una de estas personas le costaba mucho trabajo delegar, porque parecía que ponía una barrera y siempre hacía todo lo contrario. Al hablar con su jefe le comentó que esta persona no era apta para el puesto. Cuando le preguntaron si tenía un problema con él, la primer reacción y respuesta fue decir en forma defensiva: “No tengo ningún problema con él”.        

Reflexiona y Cuestiona

Haciendo una reflexión sobre lo anterior, le pregunté si realmente no tenía un problema ya que el trabajo no estaba fluyendo y las metas no se estaban alcanzando.  Le cuestioné qué era lo que le impedía abiertamente decir: “Sí tengo un problema porque su perfil no es para este puesto”. Esto hizo la diferencia, se le iluminó la cara y comentó: “Es verdad, sí tengo un problema, pero no quería sentirme vulnerable y que pensaran que yo era incapaz de influir en esa persona”. 

Hasta que no reconoció que sí le incomodaba la situación al grado de estarle provocando mucho estrés y descontrol emocional, pudo entender que no tenía nada de malo reconocer que sí era un reto para él.  Muchas personas tendemos a hacer un lado lo que sentimos por el qué pensarán, qué dirán, por el miedo a no ser reconocidos, sentirnos vulnerables o no aptos. Entonces fingimos que no pasa nada y actuamos sin emociones; porque para muchos está mal demostrar emociones o sentimientos, y por el contrario, los pone en un compartimiento muy alejado, donde casi no lo pueden ver.  

Esto por supuesto afecta el nivel de influencia sobre los demás porque no fluye igual la energía, las cosas se truncan o no se siente una conexión suficiente para actuar.   

Pasos a seguir

1.- Cuando estés incómodo, cuando caigas en la caja de emociones, recuerda que aceptar lo que sientes es el primer paso para provocar que siga fluyendo la energía.  

2.- El siguiente paso es buscar que la energía no esté bloqueada, así podrás pensar y actuar con mayor claridad o con un nivel de conciencia que te permita notar cómo impactan tus acciones y decisiones en otros.   

3.- Tu nivel de liderazgo se verá fortalecido por tu capacidad de fluir con mayor naturalidad, de conectar y de influir positivamente en los demás. 

La próxima vez que te digan: “No puedes sentir”, reflexiona y di, por el contrario: “Siento esta emoción y es momento de dejar que fluya para que pueda seguir en mi crecimiento y camino de transformación”. 

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